En aras de conservar las costumbres lejos de Cuba, las maestras fueron hospedadas en casas de respetables señoras de Cambridge.

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Harvard contrató a treinta chaperonas, con un conocimiento básico del idioma español, que controlaron el comportamiento de las mujeres cubanas en Estados Unidos: las acompañaban en las excursiones y supervisaban la actividad social.

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Cada casa tenía normas. Los hombres no podían visitar a las maestras después de determinadas horas y algunas de ellas se quejaron ante las autoridades de Harvard debido al rigor de ciertas reglas sociales que imperaban durante esa época en Nueva Inglaterra. Sin embargo, en algunos recortes de prensa de la época puede apreciarse igualmente cómo algunas de las chaperonas dejaron un legado importante en las maestras. Es el caso de Alice Gordon Gulick, quien ostentaba el cargo de “Primera chaperona americana”.

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Su hijo Frederick Carleton Gulick, quien murió poco después de la Expedición, fue uno de los profesores de inglés que impartió clases a los cubanos. En un libro publicado por los educadores de la Isla sobre la visita a Harvard que lleva por nombre “La Escuela de Verano para los Maestros Cubanos”, se expresa: “Este simpático profesor fue uno de los más distinguidos por su exquisita amabilidad. Sus conocimientos científicos, de lenguas y de música, aunque muy joven, le hacían descollar notablemente. Fue objeto de varias manifestaciones y hasta de un esmerado banquetito con que sus discípulos correspondieron a la obsequiosa recepción de su señora madre, una digna matrona española”.