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EL VIAJE FEMINISTA DE LAS MAESTRAS CUBANAS A HARVARD

AUTOR: JULIO CÉSAR GONZÁLEZ PAGÉS

 

 

RESUMEN: La visita de un grupo de maestras cubanas a la Escuela de Verano de Harvard en el año 1900 determinó la consolidación del feminismo y el sufragismo en Cuba, aunque dicha expedición no tenía como primera intención la emancipación de la mujer. 

 

ANTECEDENTES DEL VIAJE DE LAS MAESTRAS: LA EDUCACIÓN PARA LA MUJER

 

La pedagogía aplicada en la segunda mitad del siglo XIX a la enseñanza de las mujeres cubanas, enfatizaba en los roles de su construcción de género. Las ideas científicas contemporáneas no parecen haber sido el centro de interés para la enseñanza del mal llamado “sexo débil”, que debió de mantener la imagen de mujer-santa o mujer-virgen, con una visión del mundo bastante ingenua. 

Un ejemplo fehaciente lo encontramos en las Cartas sobre la educación del bello sexo, manual de consulta obligada en las antiguas escuelas públicas para niñas, donde se resaltaban unos atributos de feminidad totalmente arcaicos. Esta obra fue declarada texto para las escuelas públicas en La Gaceta del 11 de febrero de 1871, y sugería a las estudiantes cuáles serían las virtudes que debían acompañarlas: “Las principales son la de esposa, madre y ama de casa, la virtud de una madre de familia es como un suave perfume que se esparce en una gran extensión y se comunica á todo lo que se le acerca, ejerciendo por tanto una poderosa influencia”. (1)

 

La educación para la mujer fue uno de los factores más importantes en la creación de las bases del incipiente movimiento feminista de la década de los noventa del siglo XIX. Las reivindicaciones del género femenino fueron llamadas por su nombre, como es el caso del sufragio o voto para la mujer. Esta última década del siglo XIX en Cuba se caracterizó por un marcado ascenso de las ideas nacionalistas e independentistas. En medio de este convulso proceso, las mujeres empezaron a exigir derechos igualitarios que se les habían negado hasta entonces. Las cubanas se valieron de disímiles formas para lograr estos objetivos. 

El asumir las costumbres del modelo feminista norteamericano también tenía la nueva de  mimetizar los estereotipos de belleza femenina, que se anteponían a la belleza criolla donde la mujer era aceptada según afirma la escritora camagüeyana Aurelia Castillo como  un “objeto de lujo y ostentación”.

     

 

Los sueños en ruedas de bicicletas también estuvieron presentes pese a todas las críticas y lograron imponer una moda fomentada a partir de 1898 con la intervención norteamericana, donde el estilo e imagen de la mujer yanqui fue utilizada como anti modelo femenino. La prensa habanera fue implacable con las new-women norteñas y uno de sus más importantes rotativos El Fígaro, de forma peyorativa, aseveraba: “... ¿Qué cómo se traduce libremente en idioma castellano el término de new-woman...? La traducción exacta en mi sentir es esta MARIMACHO". (4)

 

La modernidad del nuevo siglo debía incluir que se borraran los arquetipos diseñados por la colonia española donde el ejercicio femenino no era muy bien asimilado. La irrupción significativa en 1900 de mujeres a los espacios públicos de la ciudad fue tomada como algo muy novedoso y seductor, pero la inmensa mayoría de la prensa se oponía a que fuera en bicicleta.  

 

Las reminiscencias para nuevos paradigmas de la mujer cubana encontraron fuerte oposición en la inmensa población masculina y parte de la femenina que si bien admiraban algunos síntomas de prosperidad y modernidad con la cruzada norteamericana, no admitían otros valores que atentaran contra el poder hegemónico masculino.

El general Leonard Wood encabezó la cruzada yanqui en los últimos momentos de la intervención, y fomentó medidas que favorecían a las mujeres cubanas; por este motivo se ganó el elogio de ser el “Primer Feminista” del país. Esta expresión forma parte de un artículo titulado El feminismo en Cuba (2) de la patriota pinareña Magdalena Peñarredonda, quien hacía alusión a algunas de las medidas tomadas por Wood, como la prohibición de la entrada de mujeres a Cuba para ejercer la prostitución.

 

Las críticas a los nuevos arquetipos norteños y las nacionalistas estaban muchas veces ligadas, lo que hacía imposible deslindar los comentarios de carácter androcentristas. Un ejemplo de ello es el realizado por el  columnista Luis Carbo titulado Latas Pedagológicas,  donde se habla de la situación de inseguridad de los maestros cubanos ante el nuevo sistema de  educación yanqui. Al final de su texto añade haciendo alusión a un maestro cubano: “¿Y si se enfada?, que deje el puesto, que vendrán a ocuparlo profesoras yanquis, marimachos (new women) que americanizarán el país, preparándolo suavemente para la anexión...”. (3)  

ELADIA SAINZ

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Boston era una de las ciudades estadounidenses que lideraba el movimiento por los derechos de las mujeres a inicios de siglo XX, mientras que en Cuba dichos derechos aún no emergían como una cuestión nacional urgente y necesaria. 

 

En el mes julio de 1900, aproximadamente 1,300 maestros y maestras viajaron a Cambridge, Massachusetts. Los hombres se hospedaron en dormitorios de Harvard mientras que las mujeres –601 del grupo total– se alojaron en casas particulares con familias que tuvieron a bien acogerlas cerca del recinto universitario. Hombres y mujeres comían separadamente y estas últimas eran acompañadas por chaperonas. 

 

Como responsable de las chaperonas en Harvard estaba la misionera protestante y pedagoga estadounidense Alice Gordon Gulick, la cual sería la encargada de que las mujeres cubanas no cambiaran sus hábitos morales y culturales.

En esa época, no era bien visto que las mujeres compartieran espacios con los hombres, y la expedición a Harvard fue un viaje mixto, lo que constituyó un ejemplo de lo que iba a pasar posteriormente en toda Cuba. Gordon Gulick tenía una profunda fe religiosa y convicción de que las mujeres debían tener acceso a la educación superior, hasta entonces reservada sólo para los hombres. Desde el principio contó en su colegio con un profesorado formado por mujeres investigadoras, innovadoras y  eruditas en materia educativa. 

Este pensamiento coincidía con el de la notable educadora habanera María Luisa Dolz y Arango, quien también supo combinar las obligadas asignaturas dogmáticas con otras de carácter científico y contemporáneo. Entre las asignaturas dogmáticas estaban Doctrina Cristiana e Historia Sagrada. Otras asignaturas eran enseñadas por métodos modernos, adquiridos por la propia María Luisa en sus viajes a Europa y Estados Unidos. La incorporación de un profesorado mixto (hombres y mujeres) muy bien seleccionado, le permitiría a Dolz que figuras avanzadas del pensamiento y el arte en Cuba le dieran prestigio a su colegio.

 

Entre las profesoras que prestigiaron el colegio de Dolz estuvo  Adriana Billini, una de las maestras que viajó a Harvard y ofreció una serie de conferencias sobre su método de dibujo durante la visita.

Adriana Billini, Ángela Landa y Ana María Borrero, entre otras maestras, se reunieron con representantes de los clubes de mujeres de Boston –una de las ciudades más reconocidas en la lucha por los derechos civiles–, con el objetivo de conocer sus estatutos y según Eduard W. Wheeler en su ensayo La Escuela de verano, para que también “(...)  fueran establecidos allí para mejorar la cultura si cabe entre las familias cubanas”. (5) 

ALICE GORDON GULICK

ADRIANA BILLINI

El contacto con mujeres del movimiento feminista estadounidense lo hizo Maria Luisa Dolz quien tenía una fluida correspondencia con muchas de ellas. Una carta de la feminista Catherine Blake agradecería el esfuerzo: “Gracias a usted por obtener información para mí sobre las asociaciones de mujeres que se esfuerzan por luchar por sus derechos y leyes”. (6) También Adriana Billini mantuvo una amplia correspondencia con Alice Gordon Gulick.

 

Estos contactos no cambiaron mucho el programa de estudios durante la visita a Harvard que incluía clases de idioma y literatura en  inglés, conferencias en español sobre geografía y aprendizaje infantil, así como charlas sobre el sistema de pedagogía  en los  EEUU. En una típica división de roles tradicionales las mujeres atendían charlas adicionales sobre los jardines infantiles y los hombres recibían instrucción sobre trabajos manuales.

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En un ensayo titulado  "El desarrollo intelectual de la mujer cubana" Julia Martínez, una de las maestras cubanas participantes del viaje, escribiría: “Cuando la Universidad de Harvard les ofreció generosamente seis semanas de enseñanza, no titubearon un momento y contra las costumbres establecidas abandonaron sus casas, de todos los lugares de la Isla, se agruparon alrededor del Sr. Frye, y fueron con él a Harvard. Volvieron a Cuba si no más sabias, sí más inteligentes y con ideas más amplias, con anhelos de progresos más vigorosos, más profundos.”

La boda del principal animador del viaje, Alexis Frye, con la maestra cubana María Teresa Arruebarrena el 1 de enero de 1901, tuvo entre las invitadas a Maria Luisa Dolz; que si bien no fue al intercambio norteño por motivos de salud, sí animó a muchas de sus ex alumnas y profesoras para que participaran.

En Cuba la prensa fue muy crítica con la visita. Veían la posibilidad de que las mujeres cubanas se convirtieran en “new woman” y adquirieran supuestamente nuevos hábitos en su forma de socializar.

La prensa norteamericana de la época cubrió ampliamente la llegada del profesorado cubano a Harvard. Personalidades y grupos locales ofrecieron recepciones en su honor. También hubo viajes adicionales a la capital, Washington D.C. y Filadelfia antes de regresar a Cuba. En Washington, fueron agasajadas  por el presidente William McKinley en la Casa Blanca, asesinado tres semanas después por un anarquista. 

Un estudio posterior sobre la evolución civil cubana, de Francisco Figueras, contrasta la importancia que para las mujeres cubanas tuvieron estos contactos con la cultura norteña: 

 

“En estos últimos [tiempos], la guerra primero y después las excursiones veraniegas han conducido a los vecinos Estados Unidos a un buen golpe de cubanas, las cuales por poco observadoras que hayan sido no habrán dejado de notar la preponderante influencia que en ellos ejerce la mujer, no sólo en el recinto doméstico y dentro de la familia, sino también en orden más elevado y dentro de la sociedad”. (7)

Estos viajes de los cursos de verano serían decisivos para la divulgación de las ideas del feminismo en el país. Pronto comenzarían a editarse publicaciones sobre cómo debían insertarse esas ideas en la sociedad cubana. 

 

Uno de los conceptos más generalizados lo definió el hijo de una de estas maestras Francisco Caraballo Sotolongo:

 

“Movimiento político-social contemporáneo, que tiene por fin elevar la mujer a ciudadana conquistando, a su vez, la igualdad pedagógica civil y económica social con el hombre, pero afanándose en mantener las desigualdades de sexo que creó la naturaleza, y las actividades peculiares que debe cumplir la mujer en el hogar, por hecho natural de ser mujer”. (8)

Una definición así sustentaría el escaso interés que tenían los hombres por la participación de la mujer en la política y sus dos perspectivas diferenciadas, aunque complementarias: mujer-ciudadana de elevado nivel cultural y mujer-ama de casa, formadora de hombres para el poder. El nuevo discurso de reivindicación para la mujer elaborado por hombres, defendía una política parlamentaria que estaba estructurada de modo tal que hacía difícil o casi imposible la participación de ellas en la política, aunque no dejaba de reconocer la necesidad de que fueran ciudadanas. Una de las derivaciones más importantes del feminismo ante la segregación política fue la creación del sufragismo.

JULIA MARTÍNEZ

FRANCISCO CARABALLO SOTOLONGO

SUFRAGISTAS CUBANAS

 

Un impacto directo de la visita de estas maestras a Harvard fue su relación con el futuro movimiento sufragista de mujeres que tuvo lugar en Cuba. La idea de que las mujeres cubanas pudieran ser ciudadanas había sido muy criticada a inicios del siglo XX. Estas maestras tuvieron la posibilidad, con sus recursos personales, de crear organizaciones sufragistas que se nutrieron de colegas de varias escuelas de la ciudad. Algunas habían estado en Harvard y otras no, pero de cierta forma habían tenido el impacto de estas mujeres precursoras que participaron en la expedición y que vinieron con la idea de que la única fórmula que existía para cambiar el lugar de la mujer en Cuba era convertirlas en ciudadanas políticas.

 

Esta idea fue muy criticada y se visualizó como una norteamericanización del movimiento de libertades en Cuba para las mujeres. En 1912 se crearon las tres primeras organizaciones sufragistas: el Partido Popular Feminista, Partido de Sufragistas Cubanas y el Partido Nacional Feminista (PNS).

El 40% de estas organizaciones fue integrado por maestras que estuvieron en Harvard incluyendo a Consuelo Álvarez, que fue parte de la directiva. El énfasis del programa constitutivo sobre el empleo de profesoras de enseñanza primaria, es el resultado del alto índice de ellas en esta agrupación. El PNS también contaba entre sus integrantes con un porcentaje menor de empleadas de comercios. La cantidad de afiliadas al PNS no parece haber sobrepasado la cifra de unas doscientas, en su gran mayoría pertenecientes a la clase media urbana, con un número muy reducido de negras y sin filiación aparente a los dos partidos que se disputaban la presidencia de la república: el Conservador y el Liberal.

En Cuba, el movimiento de derechos para las mujeres se dividió en dos tendencias: la sufragista, que tiene que ver con este grupo de maestras y la feminista, que defendía una idea más nacionalista sobre los derechos de las mujeres. Estas últimas eran presentadas como mujeres mediterráneas con costumbres parecidas a las de Europa y las sufragistas fueron vistas como mujeres más norteamericanas. 

 

Una organización con una visión más neutral que las de dichas tendencias anteriores fue el Club Femenino de Cuba, fundado en 1918, con algunas maestras también entre sus integrantes, como Ana Maria Borrero –hermana de íconos culturales del país como Juan Borrero y Dulce María Borrero. 

Esta organización protagonizó los dos Primeros Congresos Nacionales de Mujeres (1923 y 1925) que tuvo entre sus 251 delegadas a 53 maestras que visitaron Harvard constituyendo un 26 por ciento de las delegadas. Algunas de ellas fueron ponentes en el Segundo Congreso de 1925 como Adriana Billini, Ángela Anido, Ángela Landa, Ana María Borrero, Adelaida Piñera, Carolina Poncet, Adelaida Piñera, Carmen Rivas, María Rodríguez Cartaya, María Pérez, María Agero y María Luisa Nussa.

 

La expedición también influyó en la creación de las Escuelas Normalistas. No fue coincidencia que luego estas escuelas financiaran el viaje de la norteamericana Carrie Chapman, embajadora universal del sufragio. Al parecer hay una conexión no divulgada del posterior vínculo que tuvieron estas maestras cubanas con el sufragio norteamericano, más allá de los criterios nacionalistas y políticos de los hombres. El movimiento fue criticado sobre todo en la década del veinte porque supuestamente se asumía una ideología que no representaba las costumbres nacionales.

Algunas de estas maestras no se pudieron casar y fueron vistas como raras en un momento en el que se estaba creando el nuevo modelo de mujer ciudadana cubana. Sin embargo, ellas mismas llegaron a cuestionar qué tipo de mujer ciudadana podría haber en Cuba si no tenían derecho al sufragio. (10)

Citas y Notas:

 

  1. Cartas sobre la Educación al bello sexo, La Habana, Imprenta y Librería de A. Pego,  1871, p.6

  2. Magdalena Peñarredonda: “El feminismo en Cuba”, en La Noche, La Habana, 2 de enero de 1913, p. 1.

  3. Luis Carbo  “Latas Pedagologicas” en  El Fígaro, La Habana, 21 de enero de 1900.

  4. "Las habaneras a pie" en El Fígaro, La Habana, 1 de julio de 1900.

  5. Eduard W. Wheeler: La Escuela de verano para los maestros cubanos, Priva te Cambridge, Mass. Press, Cambridge, Mass, 1900, pp. 57-58.

  6. “Carta de Catherine Blake dirigida a María Luisa Dolz”, Nueva York, 25 de noviembre de 1899, en ANC: Fondo Donativos y Remisiones, exp. 3-a, caja 428.

  7. Francisco Figueras: La intervención y su política, Imprenta Avisador Comercial, La Habana, 1906, pp. 31-38.

  8. Francisco Caraballo Sotolongo: ¡Mujeres! ¡A las urnas y al hogar!, Librería Cervantes, La Habana, 1918, p.65.

  9. Más información sobre este tema en Julio César González Pagés: En busca de un espacio: Historia de las Mujeres en Cuba, Editorial Ciencia Sociales, La Habana, 2005.

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